lunes, 18 de mayo de 2009

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Le solté la mano y me puse delante de él, solté las zapatillas que llevaba de la mano, el se acercó, pero yo comencé a caminar hacia atrás mientras él me seguía. Me di la vuelta y comencé a correr, cuando me giré para comprobar la distancia me asusté al ver que estaba detrás. Me paré y chocó contra mí, lo que hizo que ambos cayéramos a la arena. Estábamos los dos tirados en la arena sin poder parar de reír. Habíamos olvidado hacía tiempo el frío y que era una noche de invierno.
Me había quedado en la arena abrazada a él, sin pensar en nada, escuchando atentamente el sonido de las olas y de la feria, me costó pensar que no estaba en unos de mis ridículos sueños de verano, pero solo hicieron falta unos minutos para comprobar que no era un sueño, ni era verano.
Noté como sus dedos jugaban con mi pelo, me acerqué a él para susurrarle algo con la intención de que no me entendiera y lo conseguí, él se dio cuenta de que ahora estábamos igual los dos y le pareció justo.
Era uno de esos momentos en los que el deseo te invade… y también el miedo. De nuevo me sentía estúpida. Quería abrazar a Dan, quedarme allí toda la noche, y besarle, besarle como no había besado a nadie desde que…desde aquel día. Dan no solo me infundía confianza. Aunque sabía que solo estaba con él desde hacía pocas horas, lo que hacía crecer mi inseguridad, Dan conseguía que mi corazón helado y paralizado volviera a despertar. No quería dejarme llevar, no tan pronto, sin saber si al día siguiente Dan iba a desaparecer… pero no podía evitarlo. Por eso no hice nada, solo le miré, intentando averiguar lo que pensaba.
Él seguía jugando con mi pelo y su otra mano se deslizaba suavemente por mi brazo, hasta mi mano, hasta mis dedos. Realmente, eso no ayudaba a mantener mi mente despejada, alerta. Intenté no parecer brusca, y con una sonrisa, y en contra de mi voluntad, me incorporé. El hizo lo mismo.
Quería preguntarle mil cosas, pero no lo hice, temí parecer agobiante, y me levanté. El hizo lo mismo.
Estoy segura, de que en una película, o en uno de mis estúpidos sueños, el no me habría dejado levantarme, me habría agarrado suavemente y con decisión y habría conseguido que el muro que estaba intentando construir…se derribara.
Pese a mis inoportunas dudas, esa noche, había sido… puffff!! Maravillosa!
No quería dejar de mirarle, por si de repente desaparecía y no volvía jamás. Quería guardar en mi memoria cada segundo de esa noche. Sin mi permiso, se habían alojado en mí, algo más que pequeñas mariposas.

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